Tiradero 1

 Con un cronómetro en sus manos, un muchacho de baja estatura, y complexión delgada hizo una señal, y una docena de estudiantes de instituto comenzaron a correr.


Antes de la primera curva, una joven se adelantó del resto, y cuando la mayoría apenas iba por la cuarta parte del recorrido, la chica ya había atravesado la marca de la mitad.


Con una diferencia abismal, donde a ojos de cualquier observador, le hubiera dado tiempo de dar una segunda vuelta antes de que el último de sus compañeros haya terminado la primera, la chica terminó su carrera, y fue recibida con aplausos del resto de sus compañeras.


Rodeada de chicas que la ovacionaban, la primera destacaba del resto casi como si fuera de una especie totalmente diferente, era muy alta, superaba el metro noventa, y tenía una larga cabellera negra que amarraba en una cola de caballo que le llegaba hasta la cintura. Su complexión era alta y atlética sin que eso le evite ser femenina. Piernas largas, muslos firmes y gruesos, una cintura delgada, un busto amplio. Era una chica que llamaba la atención allá donde fuera, sin embargo, pese a que había mucha gente que pedía hablar con ella, está las ignoraba con una expresión fría y nada educada.


Mirando desde cierta distancia, el chico del cronómetro terminó de registrar al último corredor que acababa de terminar, y mientras empezaba a anotar datos en una libreta, fue llamado por uno de sus compañeros.


–– eyy, Tony, ¿no vas a correr?


Levantando levemente la vista, el chico de nombre Antony, vio acercarse a 3 de sus compañeros de clase.


–– tengo permiso médico.


Declaró el chico mientras terminaba de anotar el último número.


–– tengo la espalda lastimada, y ya que no iba a poder correr, el entrenador me puso a hacer su trabajo.


Con esas palabras, el chico miró en dirección a los vestidores, donde un hombre de mediana edad de complexión bastante fornida, conversaba con dos estudiantes cuyas expresiones denotaban incomodidad. 


Con un largo suspiro, Antony estaba por ir a intervenir y salvar a sus compañeras con la excusa de que debía entregarle los datos al entrenador, sin embargo, antes de empezar a caminar, uno de sus compañeros lo abrazo para quedar hombro con hombro, y lo hizo mirar en dirección a donde la alta estudiante seguía ignorando a todo y a todos.


–– dinos la verdad.


Interrogó el chico mientras se agachaba ligeramente para quedar cabeza con cabeza con Antony.


–– ¿Es cierto el rumor que tú y Verónika están saliendo?


–– ¡por supuesto que no!


Respondió Antony con tono malhumorado mientras intentaba escapar del agarre, sin embargo, antes de conseguirlo otro de sus compañeros lo sujetó del lado contrario.


––  venga, no tienes por qué mentirnos, los han visto juntos en varias ocasiones, e incluso ayer, Sofía del 3A los vio salir a los dos del baño de mujeres poco antes de terminar el descanso.


–– ¡les digo que no es verdad!

 

Volvió a negar Antony mientras logró empujar a uno de los que lo tenían agarrado, y liberarse en el proceso.


–– es difícil de explicar, y no puedo decirlo, pero no estamos saliendo, ya les había dicho que hemos coincidido de escuela desde la primaria, y hablamos de vez en cuando, pero no estamos saliendo.


Insisto de nuevo Antony mientras arreglaba su ropa.


–– hombre, si dices que habla contigo ya más de los demás.


Intervino el tercer compañero que había permanecido al margen hasta ahora.


–– Verónika no habla con prácticamente nadie, y cuando está obligada a hacerlo, siempre parece estar enojada, es más, no lo relacione hasta ahora, pero ayer al terminar el almuerzo, después de su "visita al baño" Verónika tenía una expresión muy relaja y hasta feliz.


Volviendo a atrapar a Antony de los hombros, con una sonrisa lasciva y un tono pícaro, su compañero habló.


–– anda, pero que envidia me das, mira todo lo que te estás comiendo picaron, como desearía ser tu.


–– ¿Quieres mi lugar?


Preguntó Antony con una expresión mortalmente sería, y totalmente fuera de lugar.


–– ¿de verdad quieres que cambiemos de lugar? Porque en ese caso yo…


–– Antony, necesito que vengas conmigo.


Interrumpió una voz femenina a su espalda


Dando media vuelta, detrás de ellos, ya habiéndose liberado del grupo de acosadoras, Verónika estaba de pie con una expresión estoica, que parecía negar la existencia de cualquier otra persona que no sea Antony.


Con risas y bromas, el grupo se alejó para darles espacio y observar su intención, cosa que puso aún más irritado al joven.


–– el entrenador me puso un trabajo, tengo que…


–– terminas luego, quiero que me acompañes.


Insistió Verónika, cuya expresión no admitía negativas.


Dándole la espalda a Verónika, Antony se concentró en el cronómetro, e hizo por ignorarla.


–– el siguiente grupo va a comenzar su carrera, y necesito hacer puntos en esta clase, nunca puedo realizar las actividades y el entrenador me dijo…


–– nosotros lo hacemos.


Declaró el trío de muchachos mientras le arrebataban tanto el cronómetro y la libreta.


–– ¿solo hay que anotar los tiempos de todos? Pan comido, ustedes váyanse a hacer lo suyo, le diremos al entrenador que fueron a la dirección o algo así.


Evitando que Antony recupere sus cosas, uno de sus compañeros le dio dos palmaditas en el pecho, y aprovecho para meter algo en el bolsillo de su camisa, y antes que Antony pueda replicar, el trío fue a donde el grupo de corredores para pedir sus nombres y comenzar la carrera.


Con gesto de no rendirse, Antony quería correr tras ellos, pero al intentar lo su espalda se quejó, y tuvo que detenerse al apenas avanzar un metro, cuando les estaba por gritar que vuelvan, una mano se puso en su hombro, y una voz femenina se escuchó a su espalda.


–– tienes buenos amigos, mi impresión de ellos eran la de un trío de simios, pero al menos parecen prestos a ayudar a un amigo.


–– déjame en paz.


Declaró Antony mientras sacudía el hombro para librarse del agarre, y fallando en el intento.


–– ¿Tenemos que hacer esto cada vez? Es bastante molesta tu fase gruñona.


–– tomando en cuenta que yo nunca he estado de acuerdo, entonces sí, tengo derecho a quejarme y ser lo gruñón que quiera.


Con esas palabras, Antony estaba por alejarse, pero esa mano en su hombro, lo mantenía firmemente sujeto al suelo.


–– y aquí vamos de nuevo… bueno, ya que. Estoy acostumbrada a tener que convencerte a que vengas conmigo.


Más enojado aún, Antony dio media vuelta para encarar a la chica, pero al voltear, no había ningún rostro que poder encarar.


Quedando frente a frente, la diferencia de estatura era hasta risible, Antony era un chico que apenas alcanzaba el metro sesenta, y Verónika superaba con facilidad el metro noventa. Había más de 30 centímetros de diferencia entre sus estaturas, y para que Antony pudiera verla a los ojos, tenía que levantar mucho el cuello, quitando peso a sus réplicas en el proceso.


–– ¿Cuando vas a dejarme en paz? No entiendes que yo…


Interrumpiendo sus propias palabras, Antony pegó un gritó y cayó al suelo, el movimiento tan brusco de girar la cadera para encarar a Verónika, fue suficiente para causarle un dolor agudo en la espalda.


Con el gritó, y con el muchacho en el suelo, en menos de un segundo, el grupo de estudiantes fueron corriendo a ver qué pasaba, especialmente el entrenador que pegó una carrera para asegurarse que nada grave hubiera ocurrido en su clase.


Con la atención y el grupo de mirones, Antony se sentía aún peor, por lo que tuvo que apretar los dientes, y morderse la lengua para intentar calmar su dolor.


–– ¿Estás bien muchacho? 


Preguntó un hombre bastante fornido, con piernas y brazos músculos, que parecía estar cerca de sus 40 años.


Haciendo hasta lo imposible por evitar que las lágrimas del dolor y la vergüenza se asomaran por sus ojos, Antony estaba por contestar que estaba perfecto, pero una voz femenina respondió por el.


–– es su espalda entrenador, ayer se tropezó y cayó por media escalera, en el hospital dijeron que estaba bien para venir a la escuela y sólo le dieron analgésicos, pero es obvio que se equivocaron.


Frotando su nuca, el entrenador había leído de pasada la nota del doctor que pedía que Antony permaneciera sentado evitando movimientos bruscos, sin embargo, no le había dado mucha importancia, y lo vio como una buena oportunidad para que el muchacho hago su trabajo mientras él se ocupaba de otros asuntos.


–– bien, llamaré a tus padres para que vengan a buscarte y…


–– sus padres no están en la ciudad.


Volvió a interrumpir Verónika sin importarle la mirada asesina que el chico le dedicaba.


–– si me permite la sugerencia, creo que lo mejor será que descanse en la enfermería, al menos hasta que el dolor pase lo suficiente como para poder tomar un taxi para volver a su casa. Yo podría encargarme de acompañarlo si me deja ausentarme.


Volviendo a rascar su cabeza, y mirando a la chica que habían respondido a todas las preguntas, el entrenador preguntó.


–– ¿y que eres del chico para estar tan pendiente de su vida y todo lo demás?


–– es mi…


Empezó a responder Verónika, pero fue interrumpida por un trío de voces que estaba en medio del grupo.


–– es su novia, entrenador. 


Con esa declaración, un mar de murmullos estalló en la multitud, y antes de haber terminado las clases de ese mismo día, la escuela entera ya sabría el último chisme de que la prodigio en todos los campos, Verónika Noire, salía un chico tan irrelevante que nadie pudo ubicar solo con su nombre.


Mirando de arriba a abajo a Verónika, el entrenador que nunca dice que no cuando alguien se ofrece a hacer su trabajo, se dijo que podía encargarle a la chica que cuidara a Antony, mientras se guardaba el dato mental que está en ningún momento negó ser su novia, y parecía muy atenta a "proteger" a su novio.


–– bien, llevalo a la enfermería, creo que la enfermera tenía un compromiso hoy y se iba a retirar temprano, pero le avisé a la directora que ambos se van a retirar apenas el chico se sienta mejor.


Con Antony oponiéndose al plan por completo, estaba por quejarse, y decir que el dolor ya se había ido, pero antes de que tuviera la oportunidad, como si el chico pesará menos que una pluma, Verónika lo cargó cual princesa, y se lo llevó a paso rápido en 

dirección a la enfermería antes de que sus planes se vean arruinados.


Con una prisa nacida de la ansiedad, y con un paso bamboleante que solo hacía por agravar el dolor del chico, a una velocidad fácilmente comparable a la de un velocista profesional, Verónika llegó a la enfermería, y sacando su propia llave, abrió la puerta que estaba cerrada al no encontrarse la enfermera.


–– casi no la contaba.


Declaró Verónika dejó a Antony en un cama y fue a cerrar la puerta con seguro.


–– hacer deporte siempre hace que me ponga así, aunque siempre soy capaz de aguantar hasta llegar a casa, sin embargo, no se me ocurrió hoy que me tiene especialmente entusiasma.


Con esas palabras, la chica empezó a quitarse los tenis, así no le estorben para quitarse los pants deportivos.


Bastante adolorido por las sacudidas, Antony Santos se intentó poner de pié para salir, pero cada vez que intentaba levantarse, el dolor lo volvía a tirar a la cama, y mirando a Verónika, noto que está ya se había quitado los pants.


–– ¿por qué no te has quitado los pantalones? Ohh, que tonta soy, enseguida te ayudo.


Replicó Verónika al notar que Antony la miraba con absoluto desprecio.


Soportando el dolor, Antony logró sentarse, y finalmente encontró la fuerza para replicar.


–– mira, por última vez, ya estoy harto de esta mierda, ¡yo no soy tu maldito..!


Mientras Antony hablaba, un par de bragas fueron arrojadas a cualquier lado de la habitación, y golpendo su frente, el inmenso pene de 38 centímetros de Verónika finalmente estuvo libre.


–– puff, llevo toda la mañana queriendo hacer esto, sea como sea, seguimos en la escuela y ayer casi nos descubren, hay que ser más discretos, creo que con correrme 20 veces me será suficiente para calmarme un poco, ya después podemos continuar en tu casa.

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